martes, 28 de septiembre de 2010

¿Y si le digo que no, que podría pasar?

Es una pregunta que nos hacen muy a menudo los participantes de nuestros seminarios y talleres.

Y lo que nos revela la misma es que, cuando tenemos temor de decir que no al otro, es porque consideramos que la persona con la que nos estamos relacionando es más importante que nosotros mismos. Ya sea que se trate de nuestro jefe, un amigo, un familiar o inclusive nuestra propia pareja.

Poder decir que "no" a alguien es delimitar nuestro espacio de libertad personal para elegir que queremos que pase en nuestras vidas y que no queremos que pase.

Ello determinará asimismo, nuestro nivel de autoestima y el respeto que sentimos por nosotros mismos. Cuando no nos permitimos expresar "no" a las demandas y exigencias de los demás, se ve afectada nuestra dignidad e integridad como personas.

"¿Pero cómo le digo que no a una orden que me da mi Jefe?", me suelen repreguntar inmediatamente.

Y aquí la pregunta que solemos hacer es "¿Qué es lo que te impulsa a querer decir que no?"

En general suelen responder porque no pueden (no tienen los recursos, los conocimientos, las habilidades, etc.) o inclusive porque simplemente no quieren.

La diferencia entre ambas posibilidades no son menores, dado que las características del "no" serán bien diferentes.

Si el “no puedo” obedece a las propias limitaciones (en términos de conocimientos y habilidades) los invitamos a utilizar una declaración diferente que es la de "no sé cómo hacerlo". Un ejemplo de esa respuesta podría ser:

"Entiendo lo que me ha pedido, y soy consciente de lo importante que es realizar el trabajo en el tiempo y la forma en que lo necesita. Sin embargo, no estoy seguro de tener las competencias necesarias para poder cumplir el trabajo en forma eficiente".

Esta respuesta le demuestra a la otra persona que están absolutamente comprometidos con el pedido, pero que carecen del "saber hacer" necesario, lo cual abre la puertas para el aprendizaje y la posibilidad de pedir ayuda.

Si el "no puedo" en cambio, obedece a que no cuentan con los recursos necesarios (tiempo, herramientas, etc.) estarían informando de la escasez o ausencia de variables que inciden en el resultado y que como consecuencia de ello, necesitan "negociar" los términos del pedido.

No se trataría entonces de un "no" tajante, sino de un "Si, pero necesito de "xx" para poder lograrlo.

Una situación muy diferente es cuando teniendo las competencias o los recursos para poder hacerse cargo de lo pedido, no desean hacerlo. En esta situación lo que estará en juego será la capacidad para poner un límite claro a los deseos del otro.

Esta situación suele ser incómoda para muchas personas, muy especialmente si la otra persona se trata de alguien que tiene autoridad sobre nosotros. Y la razón de ello es el temor a que el hecho de “responder No”, genere consecuencias negativas en la relación con la otra persona o en las condiciones laborales si se tratara de nuestro jefe.

Ahora bien, ¿Tan importante es esa relación o ese trabajo que estamos dispuestos a dejarnos “pisotear” nuestra dignidad personal? ¿De qué sirve mantener un vínculo que lo que nos está generando es un deterioro en nuestra autoestima?

Es importante tener en cuenta que una cosa es estar comprometido con una relación, y otra muy diferente es la de “martirizarse” por ella.

Como sostiene Stephen Covey en su libro "los 7 hábitos de la gente altamente efectiva", las personas sostienen "cuentas bancarias emocionales" en su relación. Si la otra persona siempre realiza retiros y yo no tengo la posibilidad de decirle que "no hay fondos", el que irá a la bancarrota total seré yo mismo con todas las consecuencias que ello implica.

No obstante lo antedicho, si nos encontramos en el trabajo y la negativa es a una persona que tiene un cargo superior al nuestro, es esencial fundamentar nuestra posición argumentando con claridad las razones que nos hacen adoptar esa posición. Que no se trata de un "capricho personal".

Poder marcar con decisión un límite a los demás, será precisamente el momento en el que empezaremos a construir y respetar nuestro propio espacio vital.

De lo contrario, terminaremos pagando un alto precio por ello.

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