No es fácil asociar el consumo eléctrico con las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) tales como el CO2. Sin embargo, salvo en países con una matriz energética muy avanzada como Dinamarca, el acto de encender una luz o una computadora trae aparejada un aumento en emisiones de CO2. Esto se debe a que el 88% de la energía eléctrica en el mundo proviene de quemar combustibles fósiles. En nuestro país, se trata principalmente de gas natural y petróleo; en Estados Unidos de carbón. Cabe aclarar que dentro de estos combustibles fósiles, el más contaminante es el carbón, seguido por el fuel-oil y luego el gas natural. Con esto podemos decir que nuestra matriz energética es bastante más ‘limpia’ que la norteamericana, además de ser más reducida.
La reducción de emisiones es sin duda una prioridad para el mundo entero. Esto descansa en el consenso llegado por la mayoría de los científicos sobre la necesidad de llevar a cero las emisiones para el año 2050. También es clave mejorar la matriz si aspiramos lograr resultados realmente positivos con los autos eléctricos que gradualmente están saliendo al mercado. Cargar estos autos con electricidad que proviene en un 88% de combustibles fósiles solo trae un beneficio de aproximadamente un 12% en la reducción de emisiones. Si los cargáramos con energía eólica, por ejemplo, obtendríamos prácticamente un 100% de reducción.