miércoles, 11 de agosto de 2010

10 tipos de proyecto con los que seguramente acabarás encontrándote!!!

No siempre resulta sencillo anticipar cómo va a ser un proyecto: unos salen bien, otros no tan bien; algunos son divertidos, otros se hacen interminables; unos nos permiten aprender cosas que antes no sabíamos, otros marcan un punto de inflexión en nuestra carrera profesional, y unos pocos se convierten en un auténtico infierno del que no podemos escapar…
Estos son algunos de los tipos de proyecto que seguramente acabarás encontrando en tu camino:


1. El proyecto de tu vida

Es el trabajo que siempre has querido realizar, el que brillará por encima de todos los demás en tu portfolio: un anuncio para Coca-Cola, una aplicación de éxito, un producto que se vende como churros, un blog con miles de entradas, la traducción de una novela de tu autor favorito…
En estos casos, lo importante no es el dinero -que con un poco de suerte será bastante- sino la oportunidad de marcar un “hito” en tu carrera. El riesgo principal es que, con unas expectativas tan altas, acabes llevándote una desilusión si las cosas no salen exactamente como las habías imaginado.

2. El proyecto interminable

En principio iba a durar un par de semanas, y ya llevas un año y pico. Este es el típico proyecto que te agarra y no te suelta. Parece que nunca va a terminar: exige cambios y más cambios, correcciones, ampliaciones, y se alarga en el tiempo de manera indefinida.
Tal y como están las cosas, y siempre que las facturas se paguen a tiempo, es evidente que contar con un proyecto duradero es toda una ventaja. Pero esto no evitará que a veces acabes realmente harto de seguir en la misma historia.

3. Todo lo que puede salir mal, sale mal

Todas las decisiones que tomaste fueron equivocadas, los ordenadores se estropearon, los datos se perdieron, el cliente no sabía lo quería y acabasteis discutiendo, el resultado final fue lamentable… Lo mejor de estos proyectos es que no duran para siempre. Lo único que podemos hacer es abordarlo con humor y, en la medida de lo posible, intentar aprender de los errores cometidos.

4. Un favor para un amigo o para alguien de la familia

Este es uno de los tipos de proyecto más arriesgados que puedas imaginarte. Porque al tratarse de un amigo o un familiar, lo más normal es que intentes hacerlo todo perfecto para quedar bien. Con el inconveniente de que el precio suele ser muy inferior al normal, de forma que cuanto más dure el proyecto, más dinero habrás perdido…
Además, las discusiones con amigos y familiares suelen ser mucho más complicadas que con un cliente normal. Ellos esperan mucho de ti -a un precio muy ajustado- y tú no quieres defraudarles. Por eso la cuerda de la negociación -imprescindible en cualquier proyecto- siempre estará tensa. Al final, acabarás trabajando más de lo que tenías previsto por menos dinero. Y si algo sale mal, puede que te lo echen en cara toda la vida (en broma o en serio).
Eso sí: si las cosas salen bien, conservarás amigos y familia, y la próxima vez que te pidan algo tendrás que inventarte una buena excusa para decir que no.

5. El proyecto desesperado

Si llevas tiempo sin clientes y las facturas comienzan a acumularse, es fácil que aceptes cualquier proyecto, aunque el precio sea ridículo y las exigencias resulten imposibles de satisfacer. Un proyecto como éste puede hacer que te desesperes, pero si consigues cobrarlo, habrás aliviado al menos un poco tus cuentas y habrás conseguido poner la maquinaria en marcha de nuevo.

6. El reto

A veces aceptamos proyectos que no corresponden exactamente a nuestra área de especialización, o que requieren conocimientos técnicos para los que no estamos del todo preparados. El riesgo es elevado, y es muy posible que nos toque trabajar duro para superar nuestras limitaciones. Pero también es cierto que al final del proyecto habremos adquirido una experiencia muy valiosa en un nuevo campo de actividad, y que podremos utilizar todo ese capital para llegar a nuevos proyectos y nuevos clientes. Por eso los llamamos retos…

7. Repetir, repetir, repetir

Hay trabajos que podemos ejecutar casi con los ojos cerrados, porque los hemos realizado cientos de veces antes. La ventaja es que somos capaces de hacerlos bien y muy rápido: es realmente difícil que nos equivoquemos con las estimaciones, el enfoque, la metodología y las herramientas. Esto los convierte en proyectos generalmente rentables y “nutritivos”.
La parte negativa es que estos trabajos tan repetitivos ya no constituyen ningún estímulo en nuestra carrera profesional. Acaban resultando tediosos y aburridos, y ya no nos ilusionan.

8 .¿Estamos hablando el mismo idioma?

No hace falta trabajar con un cliente extranjero para experimentar problemas graves de comunicación. Y es que no se trata tanto del idioma como de la forma de abordar los problemas. En muchas ocasiones, tenemos un enfoque y unos esquemas mentales tan diferentes a los del cliente que nos resulta realmente complicado llegar a un acuerdo. En teoría, hablamos el mismo idioma, pero luego resulta que no sabemos qué es lo que el cliente quiere, no entendemos lo que nos está pidiendo y, si llegamos a hacerlo, nos parece que la propuesta no tiene sentido.
A veces basta con una buena dosis de empatía: solo tenemos que intentar ponernos en la piel del cliente. Para ello debemos flexibilizar nuestros puntos de vista, y realizar un esfuerzo para entender y para explicar lo que pensamos de forma clara y llana.
Desafortunadamente, en otras ocasiones, las distancias se muestran insalvables, y la única opción es acabar ese proyecto como sea para pasar página.

9. Un éxito

No todo van a ser malas experiencias. A veces todo va sobre ruedas: el cliente sabe lo que quiere y nosotros somos capaces de ofrecerle exactamente lo que necesita, trabajamos a gusto y a buen ritmo, las estimaciones se cumplen, y el cliente aprecia nuestro esfuerzo y acaba encantado con el resultado final. En definitiva: el proyecto acaba convirtiéndose en todo un éxito.
Podemos incluirlo con orgullo entre nuestras referencias, y ni siquiera tenemos que promocionarlo, porque el cliente se encarga de correr la voz entre sus amigos y conocidos.

10. El proyecto llave

Hay momentos en los que nuestra actividad profesional se encuentra bloqueada. Los motivos pueden ser varios: una mala racha, una coyuntura económica desfavorable, la necesidad de especializarse o de abrirse a nuevos segmentos de clientes y, a veces, un cierto desánimo y una falta de confianza.
La mejor forma de abrir esa puerta que nos bloquea el paso consiste en encontrar un proyecto llave; es decir, un proyecto que nos permita superar las limitaciones que acabamos de mencionar. Por ejemplo, un trabajo que nos conduzca hasta un nuevo tipo de clientes; un proyecto que nos devuelva la confianza que hemos perdido; un cliente satisfecho que nos ponga en contacto con otras oportunidades de negocio; un trabajo que nos permita poner en práctica nuevas herramientas y conocimientos que todavía no hemos podido ejercitar; un cliente con mucha visibilidad que nos ayude a poner al día nuestro portofolio y a hacerlo mucho más atractivo…
Todos estos pueden convertirse en proyectos llave. Poco después de acabarlos tenemos la sensación de que hemos conseguido dejar atrás parte de los problemas, y de que hemos entrado en un nuevo espacio lleno de posibilidades.
¿Qué otros tipos de proyecto conoces?
Puedes consultar el artículo 20 Types of Freelance Work Identified and Explained, publicado por Skellie en FreelanceFolder.

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