miércoles, 23 de junio de 2010

Decrecimiento y tiempo para la vida!!!

Paco Puche

Bajo el paradigma de que fuera del capitalismo nos sobrará tiempo para la vida Paco Puche traza en este artículo un recorrido histórico, filosófico y económico de los conceptos del trabajo y el tiempo, censurando el significado que han adquirido en la actualidad, y resaltando lo que supondrán -trabajo y tiempo- en una sociedad que avanza hacia el decrecimiento.

Decrecimiento y tiempo para la vida

“Especialmente atacadas se ven aquellas de nuestras prioridades que proceden de la necesidad humana de compartir, legar, consolar, condolerse y tener esperanza”. John Berger

Todo viene de considerar a la economía actual como el “todo” social, político y cultural.

De la economía

Como dice Polanyi (2009:42) “es por la desproporcionada influencia que el sistema de mercado ha ejercido en la sociedad y en nuestra propia experiencia por lo que encontramos difícil comprender el carácter limitado y subordinado de la economía tal como ésta se presenta fuera de dicho sistema”.

La economía ha de entenderse como un proceso institucionalizado de interacción que sirve para satisfacer las necesidades materiales; en este sentido forma parte vital de todas las sociedades humanas. O en un sentido más amplio, como “las formas en que cada sociedad resuelve sus problemas de sostenimiento de la vida” (Carrasco, 2001:12). Toda sociedad, por tanto tiene que tener alguna forma de economía dentro de la concepción anteriormente expuesta.

Esto nos lleva a dos cuestiones centrales que van a tener mucho que ver con las propuestas de decrecimiento: el trabajo y las necesidades.

Del trabajo

El trabajo puede considerarse una invariante antropológica en el sentido objetivo del segundo principio de termodinámica. Como dice Georgescu-Roegen (1996: 353) “el proceso económico depende de la actividad de los seres humanos que transforman la baja entropía en alta entropía”, esto significa la tarea de ordenar una naturaleza que no está al servicio de los seres humanos en otra que sí pueda servirles, sometiéndose a sus leyes, especialmente a las de la termodinámica, como hemos dicho. Al fin y al cabo la segunda ley mencionada, que dice que la materia y la energía aunque no se crea ni se destruye se transforma en otra de mayor entropía, significa pérdida de utilidad para los seres humanos. Es por tanto una ley en cierto modo antropocéntrica.

Este “trabajo necesario” tiene una finalidad, como la propia economía: satisfacer necesidades, mantener la vida, o el placer de vivir como sostiene Geogescu-Roegen (1996:353). No se debe confundir ni con el empleo remunerado, ni con la penosidad que algunas actividades tienen asociadas, ni con la sociedad salarial, ni con la remuneración, etcétera, que son meras formas históricas de esta actividad necesaria que hemos llamado “trabajo”. El diálogo entre José Manuel Naredo y Jorge Riechmann sobre este asunto resulta esclarecedor (ver Papeles de relaciones ecosociales y cambio global nº 108, 2009, pp 147-161).

La economía feminista no deja dudas sobre la falacia de confundir trabajo con empleo remunerado, porque “esta actividad -los trabajos domésticos y de cuidados- es la que debería servir de referente y no el trabajo realizado en el mercado… por que es el trabajo fundamental para que la vida continúe” (Carrasco 2006:46).

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