En los últimos años la arquitectura española  —especialmente la emergente— ha devenido en un continuo Madrid–Barça en  el que, de igual manera que su variante futbolística, las alineaciones  parecen en constante trifulca teórico-práctica sobre los modos de  entender y ejercer. Actualmente, la alineación madridista exhibe su  juego desde la teoría a la práctica, mientras que la de la Ciudad Condal  se basa en el camino contrario aunque en generaciones anteriores los  papeles eran diferentes. El resto, peninsulares e isleños, asistimos al  peloteo con apenas opción a réplica, pero sin dejar de experimentar y  aplicar nuestros conocimientos en el entorno cotidiano. 
Si bien la condición geográfica no es del todo exacta, pues los hay  más y menos cercanos a los bornes, intentaré analizar la  arquitectura desde los 'vacíos sonoros'. Es decir, desde la  labor de estudios de diferentes ciudades en las cuales la arquitectura  se va abriendo camino casi por empeños personales más que por  iniciativas colegiadas, e incluso a veces en contra de éstas, y de los  que no se habla tanto.
Por decirlo de otra manera, si otros contertulios hablan de Dior, yo  trataré de Adolfo Domínguez, que siendo de igual calidad, resulta más  cotidiano. Seré más gráfico: si mi paisano Labordeta enseñó los pueblos  con la mochila al hombro, yo intentaré hacer lo propio con la  arquitectura de los 'vacíos' -y sin mochila- para proponer que, tal vez,  la arquitectura no está solamente en el ombligo de las dos  capitales.
El concepto de 'vacío sonoro' describe perfectamente el entorno en el  cual se mueve —nos movemos— este grupo de arquitectos. Recibimos la  prensa arquitectónica e incluso oímos los ecos de la mítica 'Made in  Spain' tan internacionalmente exportada, pero lo que acontece no obtiene  sonido alguno. En estos ámbitos -los del 'vacío sonoro', la táctica  suele ser más de guerrillas, un 'construyo y modifico la ciudad que  habito', haciendo reciclaje bien entendido de materiales y  entornos.
Algunos ejemplos de 'vacío sonoro'
Una primera alineación (seguirán otras) estaría compuesta por: Los del desierto  desde Almería, Carroquino|Finner desde Zaragoza y Bernalte-León desde Ciudad Real.
Los del desierto  lo componen Eva Luque y Alejandro Pascual. Su trayectoria comienza con  la trascendencia de la primera decisión. Recién terminada la carrera  abandonan Sevilla para trasladarse al 'desierto' —más bien al mar de  plástico—, conscientes de que su alejamiento los hará libres de  prejuicios. Este hecho, que suena como un buen comienzo, pronto  se ve matizado por la realidad del entorno.
La falta de referentes arquitectónicos es asumida por la realidad del  lugar, una realidad que no se puede obviar, y por tanto de necesaria  incorporación en proyecto y obra. Como ellos mismos cuentan, el mar de  plástico no es negable, se ve incluso desde el espacio. Su actitud es en  este caso la siguiente: "Esto es lo que hay, pues con ello  debemos hacer arquitectura".
Los materiales no son buenos ni malos, sino que se usan bien o  mal. Esta máxima se hace evidente en obras de Los del desierto  como el Pabellón Polideportivo en Garrucha, el Centro de Salud en  Vélez-Rubio o la Guardería de la misma localidad. Todas hablan de un  diálogo con el contexto, generando una conversación entre iguales, sin  intención de ridiculizar al contrario. Atención especial merece el uso  de cortinas plásticas sanitarias en el cierre de los aseos de la  Guardería, ejemplo de su actitud bricoleur.
En el polideportivo, el uso de la tecnología de los invernaderos del  entorno —desde el entendimiento del zócalo y el vallado de cañas hasta  la translucidez de los paramentos— generan una excelente e innovadora  pieza arquitectónica, fácilmente asumible tanto por el entorno como por  los usuarios.
Los del Desierto
Los del Desierto hace cosas como ésta.
En pleno centro logístico e intersección del aspa Madrid-Barcelona  Bilbao-Valencia, Zaragoza es uno de los agujeros negros  arquitectónicos, que, al igual que los estelares, absorbe toda  la información arquitectónica del perímetro sin aparentemente emitir  respuesta.
Por la parte que nos toca, nosotros, Carroquino|Finner,  intentamos realizar una arquitectura desde la sensatez y el entorno.  Este equipo de arquitectos lo formamos dos: Finner, arquitecto alemán  resultado fortuito de Erasmus en Zaragoza, entonces ciudad sin escuela  de arquitectura; y Carroquino, yo mismo, aragonés educado en Galicia que  vuelve a su origen. Nos mueve un interés similar por la  construcción, así como por poner en práctica en nuestra  localidad técnicas asumidas por la arquitectura contemporánea y el  convencimiento de que la arquitectura puede resolver problemas de ciudad  a través de edificios no icónicos 'callados'.
Las Escuelas Infantiles Oliver y Santa Isabel, así como la Biblioteca  y Centro de convivencia Actur hablan de esa actitud que acabo de  comentar, definida por Fredy Massad como "la sensatez como principio",  que intenta aportar algo de calma y relación con los valores positivos  del contexto entre la arquitectura residencial acelerada de la burbuja  inmobiliaria.
La Escuela Infantil Oliver, por ejemplo, con la excusa de un nuevo  equipamiento educativo, realizó una arquitectura luminosa desde el  interior, adaptada a las diferentes escalas de los usuarios,  transponiendo en espacio construido la orografía previa y proponiendo  una cubierta verde, prolongación del posible parque anexo, como mejor  aportación/contraposición a los bloques colmena del entorno. La  idea no es negar el entorno, sino ofrecer nuevas oportunidades no  cercenando las futuras.
La importancia del entorno frente al nombre
Otro ejemplo destacable es el de Bernalte-León, que realiza una arquitectura  de circunstancias, entendiendo ésta como la de las variables  de cada entorno concreto. Su relectura de la arquitectura popular, no  desde el formalismo, sino desde la actitud anónima, atemporal y  eficiente, es el resultado de un aferramiento al contexto potenciando  los valores del lugar preexistentes al arquitecto. Sólo bajo este prisma  es posible apreciar la sensibilidad de obras como la Casa Patio de  Ciudad Real, el Centro de Mayores en Corral de Calatrava y el Centro de  Control de Tráfico en la Autovía de los Viñedos.
El Centro de Mayores se adapta a la escala y disposición de la trama  tanto de las calles como del arroyo disponiendo su programa según las  necesidades de silencio y respondiendo desde el anonimato a la solución  necesaria al usuario.
En los tres casos es evidente la consideración del trabajo del arquitecto  como canalizador de la potencialidad del entorno, por duro que éste  sea, aceptando como reglas del juego las determinadas por el lugar,  considerándose dentro del engranaje que componen  contexto-arquitectura-usuario. De ninguna manera se puede acusar a esta  arquitectura de sumisa, cualquiera de los autores puede refrendarlo por  sus desavenencias con organismos colegiados y el costumbrismo  'atradicional'. Más bien es el deseo de que la obra, no su autor,  trascienda desde el anonimato y la apropiación por usuario y ecosistema.
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario