La Tierra nos está quedando chica. Las economías, la población y la demanda de recursos naturales crecen con mayor velocidad mientras que el planeta, por supuesto, permanece del mismo tamaño. Esta situación de consumo desmesurado genera “déficit ecológico” y, si seguimos tratando a la naturaleza sólo como una despensa de recursos, el problema va a empeorar.
Según un informe de la Global Footprint Network, para satisfacer nuestra  demanda, los seres humanos utilizamos los recursos vivos de la Tierra  35% más rápido de lo que ésta puede regenerarse. A este ritmo se  proyecta que para el año 2030 nuestro consumo va a requerir la capacidad  de dos planetas Tierra para satisfacerlo.
La huella ecológica es una forma de medir el impacto de la humanidad  sobre la naturaleza. Mide el área de territorio ecológicamente  productivo (cultivos, pastos, bosques o ecosistemas acuáticos) necesaria  para producir los recursos utilizados y para asimilar los residuos  producidos por una población. Conocer la huella ecológica de un país  permite, por ejemplo, analizar las consecuencias de las decisiones que  se toman en relación con el consumo, la producción, la tierra,  asentamientos, o la gestión de residuos.
Si bien es acertado asegurar que los cambios a gran escala dependen  de las decisiones que tomen los países, también es verdad que nuestro  modo de vida provoca un impacto ambiental determinado. Hay muchas  prácticas cotidianas (de consumo, de transporte y de utilización  eficiente de la energía, entre otras) que individualmente podemos  modificar a fin de contribuir a la disminución de nuestra huella  ecológica.
Algunos links para calcular tu huella ecológica:
 

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